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Funciones ejecutivas y crianza: por qué influyen en el comportamiento de tu hijo

Las funciones ejecutivas son un conjunto de habilidades del cerebro que permiten a los niños organizarse, controlar sus impulsos, adaptarse a los cambios y regular sus emociones.

Entre los 3 y los 10 años están en pleno desarrollo, lo que significa que tu hijo todavía necesita mucha ayuda externa para ponerlas en marcha. Y aquí es donde, como padres, podemos acompañarle con paciencia y estrategias.

¿Qué son y para qué sirven?

Imagina que en la cabeza de tu hijo hay una “torre de control” que guía su conducta. Esa torre se encarga de:

  • Prestar atención a lo importante y no distraerse con cualquier cosa.
  • Parar y pensar antes de actuar.
  • Recordar instrucciones o pasos para resolver una tarea.
  • Organizarse y planificar qué hacer primero y qué después.
  • Aceptar cambios aunque no sean de su gusto.
  • Calmarse después de un enfado o una frustración.

Cuando estas habilidades funcionan bien, los niños pueden adaptarse mejor al cole, jugar en grupo y seguir rutinas familiares con menos conflictos.

¿Qué pasa cuando aún no están maduras?

Si tu hijo tiene dificultades en sus funciones ejecutivas, puede que observes:

  • Rabietas frecuentes, sobre todo ante cambios o límites.
  • Problemas para esperar turno o controlar impulsos (interrumpir, levantarse de la mesa, tocar lo que no debe).
  • Dificultad para seguir normas o rutinas sin recordatorios constantes.
  • Olvidos de materiales, tareas a medias o resistencia a empezar.
  • Bloqueo cuando algo no sale como esperaba.

Lo importante es recordar que no es mala conducta intencionada, sino que su cerebro todavía no tiene del todo desarrollada la capacidad de autorregularse.

Cómo podemos acompañar desde casa

Aquí van algunas pautas prácticas:

  1. Anticipa y estructura
    • Explica qué va a pasar antes de que ocurra (ej.: “en 5 minutos apagamos la tele y vamos a bañarnos”).
    • Usa rutinas claras y visibles: calendarios, dibujos o listas de pasos.
  1. Da instrucciones claras y breves
    • Frases cortas y un paso cada vez.
    • Haz que repita lo que entendió para asegurarte.
  1. Ayúdale a parar
    • Juegos como “Simón dice” entrenan el autocontrol.
    • Enséñale una señal de “pausa” (una tarjeta, un gesto) cuando notas que se acelera.
  1. Refuerza lo positivo
    • Señala los avances pequeños (“esperaste tu turno, ¡bien hecho!”).
    • Refuerza el esfuerzo más que el resultado.
  1. Valida sus emociones
    • Pon palabras a lo que siente (“entiendo que te enfadas porque no quieres dejar el juego”).
    • Ofrécele un espacio o caja de calma (objetos sensoriales, dibujos, respiración).
  1. Enseña flexibilidad poco a poco
    • Propón pequeños cambios de rutina y celebra cuando los acepta.
    • Usa frases como: “No te sale todavía, pero lo conseguirás”.

 

Rabietas y mal comportamiento: otra mirada

Muchas veces lo que llamamos “mal comportamiento” es en realidad inmadurez en las funciones ejecutivas. No es que tu hijo “quiera portarse mal”, sino que su cerebro aún no sabe regularse en ciertas situaciones.

Si entiendes esto, podrás:

  • Responder con calma y firmeza, sin verlo como un desafío personal.
  • Usar las rabietas como una oportunidad para enseñar a gestionar emociones.
  • Acompañar con límites claros y mucho modelado (“yo también me enfadé, respiré hondo y luego hablé”).

Tus hijos no nacen sabiendo esperar, organizarse ni calmarse solos: esas habilidades se entrenan poco a poco. Con rutinas claras, apoyo paciente y refuerzos positivos, puedes ayudarles a desarrollar sus funciones ejecutivas y, con ello, mejorar su comportamiento, reducir rabietas y favorecer su autonomía.

Si observas que estas dificultades aparecen de forma frecuente e intensa y están interfiriendo en el día a día de tu hijo, en el cole o en casa, recuerda que no estáis solos.

Si te preocupa cómo manejar estas situaciones en casa y no sabes por dónde empezar, recuerda que no tienes que hacerlo solo/a.
En Proyecta te ofrecemos orientación, valoración y pautas adaptadas a las necesidades de tu hijo y de tu familia.