
Aprender a relativizar en la infancia neurodivergente
En el día a día, muchas familias se enfrentan a situaciones donde sus hijos reaccionan con gran intensidad ante pequeños cambios, frustraciones o errores. Esto es especialmente común en niños neuro divergentes, que pueden experimentar el mundo con una sensibilidad distinta, una rigidez mayor o una necesidad más fuerte de control y previsibilidad. En estos casos, aprender a relativizar no solo es importante, sino una habilidad fundamental para su bienestar emocional y social.
Relativizar no significa quitar importancia a lo que sienten o piensan, ni restar valor a sus emociones. Significa aprender a mirar las situaciones con una perspectiva más amplia, ayudarles a comprender que no todo tiene la misma gravedad, y ofrecerles estrategias para manejar la frustración o la ansiedad que puede generar lo inesperado.
Efectos positivos de fomentar la relativización:
- Mayor regulación emocional: enseñar a poner distancia ante una emoción intensa ayuda a que el niño recupere la calma más fácilmente.
- Desarrollo del pensamiento flexible: poco a poco, aprenden que pueden existir varias formas de ver o hacer las cosas.
- Mejor convivencia familiar y social: comprender que los errores o los cambios no son “catástrofes” mejora la comunicación y reduce los conflictos.
- Fortalecimiento de la autoestima: al no percibir cada fallo como un fracaso, se sienten más capaces y seguros.
Dificultades más frecuentes:
- Rigidez cognitiva: tendencia a interpretar el mundo de forma literal o a necesitar que las cosas sean siempre iguales.
- Alta autoexigencia: pueden sentirse muy mal si algo no sale “perfecto” o según lo planeado.
- Dificultad para interpretar matices emocionales: cuesta entender que una situación no es “buena” o “mala”, sino que puede tener partes de ambos tipos.
Cómo acompañar desde casa:
- Nombrar y validar las emociones: antes de intentar relativizar, es importante reconocer cómo se sienten (“entiendo que estés enfadado porque cambió el plan”).
- Usar ejemplos visuales o cotidianos: ayudarles a comparar situaciones (“¿recuerdas que también te salió mal el dibujo y luego lo arreglaste?”).
- Introducir pequeñas variaciones en la rutina: de forma progresiva, para que aprendan que los cambios pueden ser positivos y no siempre generan malestar.
- Modelar con el ejemplo: mostrar que los adultos también cometemos errores o cambiamos de opinión ayuda a normalizar la flexibilidad.
Relativizar es una habilidad que se construye poco a poco, con acompañamiento, paciencia y comprensión. En Centro Proyecta, trabajamos este aspecto con los niños y sus familias, ayudándoles a desarrollar estrategias para tolerar la frustración, ampliar su mirada y aprender a gestionar las emociones desde la calma y la comprensión.
Porque enseñar a relativizar no es enseñar a “restar importancia”, sino a dar a cada cosa el valor que realmente tiene, ayudando a los niños a vivir con más equilibrio y bienestar emocional.
